Pensándolo bien, todas la sesiones son eróticas, porque en todas
intentamos ganarnos a quien dibujemos, hacerle sentir cómodo, sacar lo
mejor de él (o ella). Y a su vez el modelo quiere proyectar su mejor yo
sobre nuestros papeles. Pero es un juego que va más allá. Cuando Paloma
empieza a leer las Cincuenta Sombras de Luisi, resulta ser
inesperadamente erótico, porque las risas que produce rompen todo el
hielo, lo derriten, a partir de ahí, como en las mejores historias
eróticas, ya no hay necesidad de conquista, sino una entrega mutua que,
inevitablemente termina en el dormitorio. Allí dibujamos a Tati, por fin
en la cama, que es donde brilla el broche de oro de todas las aventuras.

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