Lara nos advierte del pequeño terremoto permanente que suponen Adrián y Bruno, en combinación con sus gatos, en el hogar al que nos han invitado a dibujar, pero no nos dice nada sobre sus dotes de ballet. Lara es una bailarina singular, porque en vez de girar sobre sí misma, se queda quieta, y posa disciplinadamente, mientras todo su mundo y los que lo componen giran a su alrededor orbitando en un raro equilibrio, siempre a punto de romperse, pero siempre íntegro en su armonía.
Una vez asumimos las espadas láser como parte de ese universo en constante movimiento, sólo tenemos que girar a su alrededor entre dibujo y dibujo para comprender que, como un sistema solar de organismos vivos, cada relación entre las partes contribuye al baile perfecto que llamamos convivencia. Todo esto para decir algo tan sencillo como que son, definitivamente, una familia que se quiere.