THE GOODLIFE MAGAZINE Nº2 / LUZ
Norka Osorio, mayo 2011, P.21 Dibujo a Domicilio
The Goodlife Magazine se vende en quioscos y se distribuye también como revista de cabecera en mas de 200 hoteles pertenecientes al Club de calidad RUSTICAE.
Para escribir este artículo Norka vivenció su propia sesión, y luego nos acompañó a dos casas mas, fué un placer tenerla entre nosotros.
Norka Osorio, editora y colaboradora de la revista se sumerge en una de las sesiones de los cuatro dibujantes que impulsan el proyecto "Dibujo A Domicilio" y para los que el arte adquiere todo su sentido cuando se expresa como una forma de comunicarse con los demás.
Versión extendida: Sesiones x poses, o dibujos
Dibujo a Domicilio surgió como una alternativa que cuatro jóvenes ilustradores crearon con el fin de poder “desarrollarse como dibujantes y reactivar el dibujo del modelo al natural”, tal y como ellos mismos lo definen en su perfil de Facebook pero, a tan sólo 20 semanas después haber comenzado, ya son ampliamente conocidos entre los madrileños, quienes gustosamente ofrecen sus casas y a sí mismos para ser retratados en la noche de un nuevo martes.
Lo que en un principio surgió como una alternativa a las clases convencionales de dibujo, hoy es un fenómeno que crece a pasos agigantados, mientras amigos y desconocidos siguen enviando mensajes ofreciendo sus casas y sus poses para que estos ilustradores, en una visita nada convencional, los inmortalicen en su afán por perfeccionar el antiguo arte de captar la luz y las sombras.
Con sus cuadernos A3 bajo el brazo y la dirección de la casa de sus próximos modelos impresa en un papel, los chicos de Dibujo a Domicilio, cargados de expectativas, siguen las instrucciones del GPS.
La propuesta es muy simple, los dibujantes se lanzan cada semana a una nueva casa, previa invitación concertada, donde sus dueños serán dibujados en su propio contexto, haciendo la comida, bailando o durmiendo, en visitas de al menos dos horas de duración. “Haz lo que quieras hacer”, repiten los ilustradores, “siéntate o párate, pero sobre todo, ponte cómodo”. Y en este segundo, parece que los invitados se convierten en anfitriones y viceversa. Encuentras a los modelos preguntando en su propia casa, “¿qué hago?”, “¿me puedo poner las gafas?”, “¿me las quito?”. Un interesante juego de cambio de roles que termina felizmente cuando los miembros de Dibujo a Domicilio dicen: “tranquilo, estás en tu casa”.
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Sesión 17, Karla & Carlos y smoky (El perro) |
Tanto anfitriones como invitados son desconocidos pero después de la introducción inicial los dibujantes –siguiendo en la onda de esta atípica visita– proponen un brindis para celebrar que han sido acogidos en una nueva casa. Todos conversan sobre sus expectativas, se hacen preguntas, los anfitriones miran sonrientes a los invitados desplegar sus utensilios, sacar punta a sus lápices. “¿Les apetece algo de comer?”, preguntan los anfitriones sacando aceitunas y canapés, pero la regla número uno es no comer hasta que el trabajo esté terminado. “Vamos a hacer una primera pose de 15 minutos”, aclaran los dibujantes, “busca un lugar de tu casa donde te sientas cómodo, relájate y trata de moverte lo menos posible”. La primera es siempre la más tensa, las manos de los ilustradores aún están frías y los anfitriones no saben muy bien qué hacer, “¿necesitan más sillas?”, preguntan viendo que algunos de sus invitados siguen de pie. “No hace falta, relájate, que ya nosotros nos acomodamos por aquí”.
Finalmente cada quien consigue su puesto en el salón y el cronómetro comienza a rodar. Silencio rotundo. Nadie pensaría que sinceramente estos chicos han venido a trabajar. Cuatro cabezas suben y bajan en lo que parece una coreografía practicada mil veces. Como palomas comiendo en la plaza, los dibujantes miran al anfitrión y a sus papeles alternativamente, sin perder la concentración. Una alarma indica el fin del primer dibujo, alguno de los ilustradores grita “nooo” y otros ya se levantan para servir vino a los anfitriones, que aún se quedan un rato más en posición.
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Todo cobra sentido cuando los dueños de la casa se ven, por primera vez, a sí mismos, retratados sobre el papel. Sonrisas, otro brindis, alguna aceituna y miles de preguntas y nuevas ideas, música. Los anfitriones se sueltan, “quiero que me retraten haciendo karate”, “bailando flamenco”, “tocando la guitarra”, “en la bañera”. Dos poses más y los dibujantes por fin hacen una pausa larga. |
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Juntos, Carlos y Karla |
Es curioso que aunque en un principio ninguna de las dos partes se conocía ahora conversen gustosos encontrando cosas y amigos en común. La velada ha tomado otro tono. Ciertamente estos cuatro ilustradores que llegaron de visita hace escasas dos horas, ahora parecen conocer a los anfitriones a fondo, o al menos conocen sus expresiones, sus mejores ángulos, y algo dentro de ellos mismos que pudiera pensarse en un principio imposible de captar. “Cada dibujo es una interpretación personal”, comentan ellos. Pero los anfitriones aseguran reconocer este ángulo y ese otro, “es verdad”, dicen, “yo hago ese gesto cuando estoy leyendo”. Ambas partes se miran maravilladas, dos poses más y la visita se acaba. Algunos anfitriones fotografían la jornada, otros escriben crónicas y siempre al final es un intercambio en el que cada quién da algo de sí.
Lo que podría haber sido una aburrida sesión de dibujo en la fría sala de una universidad, con un modelo harto de hacer las mismas muecas, es esta noche una conglomeración de naturalidad y talento, de luz, de líneas que suenan amplificadas al tocar los lápices el papel, de vestidos recién sacados del propio armario, de canapés y de vasos de vino que chocan unos con otros cuando, a la hora de despedirse, todos tienen la impresión de haber hecho nuevos amigos.
Ya de camino a casa los ilustradores sonríen satisfechos, antes de perderse entre las sombras de Madrid cargando nuevos tesoros bajo el brazo. Otra jornada de trabajo. El próximo lunes los dibujos serán publicados en Facebook y habrán llegado innumerables mensajes de gente ofreciendo sus casas. Pero eso será la semana que próxima, ahora, a descansar.
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Norka, en su propia sesión |