Leire y Antonio nos han invitado a dibujarles mientras bailan tango. Aunque ya sabíamos que el tango es mucho más que un baile, todos juntos, charlando sobre ello, comprendemos que el tango y el dibujo, son de las disciplinas que realmente valen la pena aprender.
Es el ojo de una cerradura desde la que mirar y comprender el mundo. Así que nos asomamos, desde el ojo de nuestra cerradura, a través de la cerradura que encierra los secretos del baile argentino por antonomasia.
Allí se ve un paisaje con trampas, en el que se acaba hablando del tiempo y equilibrio de fuerzas casi en términos de física cuántica. Nosotros nos acordamos de Antonio López remedando a su profesor ("Más entero, Antoñito, más entero...") y ellos descubren que no se puede posar para un dibujo sin componer la postura integrada en el baile.
¡Cómo cambian los dos, de figuras imponentes de caja de música ciclópea a dos personas atentas y hasta tímidas, según bailen o no! Y aún nos quedaba una última lección de tango, la mejor y más genuina, que, por ser seguramente el espíritu mismo del baile, nos la guardamos para nosotros.
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