Hace tiempo que conocemos a Julio, amigo del grupo, antiguo profesor de Julia de habitar la línea y acompañante ocasional en nuestras visitas. Precisamente tiene casi a punto un texto sobre la actividad de Dibujo a Domicilio, que estamos deseando leer. Pero, para conocernos bien, tenía que ser antes o después nuestra inspiración, que al fin y al cabo es la esencia misma de esta experiencia, y aprovechamos su inminente para colarnos en su casa, conocer a su familia y desearle un buen viaje.
Alexis posa con esa clase de elegancia que no puede fingirse, pero cuando hay una niña en una casa, sabemos que eclipsa los relojes y los cuadernos de dibujo.
Julia es curiosa y desenvuelta; vamos pasando páginas mientras la perseguimos por el salón lápiz en mano. Sus padres se turnan para atenderla a ella o a nosotros, pero inesperadamente la visita se convierte en una gran celebración porque las buenas noticias van surgiendo con una sincronía irrepetible.
Mientras miramos a Julia jugar distraídamente, nos alegramos de comprender la vida como dibujantes: siempre persiguiendo con un lápiz los cambios, mientras unos van y otros vienen, viendo como nuestro círculo de amigos sigue creciendo (¡ son más de tres años!). Tiempo en el que nos hemos acompañado en el devenir. Cambiamos al ritmo que el mundo que nos rodea, porque al dibujar no congelamos el tiempo, lo acompañamos.
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