La visita a Rosa es un poco diferente a las demás, porque esta vez el regalo lo hacemos nosotros, debido al sorteo entre los mecenas que apoyan el proyecto de Daniela, Duendes Caseros. Rosa no sabe muy bien en qué va a consistir la sesión, lo cual está muy bien, porque, en le fondo, nosotros tampoco lo sabemos nunca. Es un día de romper tópicos: si al contarnos en qué trabaja (inspectora de hacienda; ¡y de las buenas!) puede temer la figura de ogro que la misma escuela del humor que crucificó a las suegras le adjudica, empezamos por aclarar que están en nuestro bando, y que esperamos que no se le escape ni uno solo de los grandes defraudadores. Los tiempos han cambiado, desde que los humoristas sin gracia estigmatizaban inocentes. Y si se la supone por eso una mujer de números, su pasión por la historia la alínea en las filas de la gente de letras. ¿Rígidos los inspectores, o los historiadores? no: la sesión fluye de sofás a sillas con la soltura de un autónomo. ¿Nos quejamos siempre los dibujantes, los médicos, los informáticos, de tener que trabajar gratis en cualquier evento social, porque todo el mundo tiene una pregunta o un requerimiento que será cuestión de un momento, de verdad que sí, total, a ti qué más te da? Nadie como Rosa mantiene el buen humor mientras planteamos todas esas dudas que siempre tuvimos y nunca supimos a quién preguntar. Ahora que le ponemos cara (¡y cuerpo!) a esa parte legendaria del funcionariado, comprobamos que es exactamente como tiene que ser: Una belleza serena, equilibrada, una sonrisa fácil y abierta, y una simpatía sin estridencias. Una Rosa sin espinas. segundos |
Dibujo hecho por el colectivo especial promoción Duendes Caseros |
Entrada en proceso
Pase de diapositivas
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