28 de Mayo 1913
Nos conoció la abuela que vio Sálvame hasta el final momento en el que salió Daniela con el dibujo de Chelo cuasi desnuda. Supo, por que conoce bien a su curiosa hija, que esta noticia podía intereresar a Lola. Ser dibujada por un grupo de artistas. Tras investigar un poco, nos escribió animada. Fue así como llegamos a nuestra sesión 101.

Su casa es grande y sobria, con molduras en los techos, paredes color salmón y pasillos casi eternos. Por eso empezamos a dibujar en el dormitorio, que es más pequeño y acogedor, y es donde nos presenta a su pero de peluche (nombre?), que salvó de un contenedor in extremis, y que es testigo de sus viajes.
Lola, que, superada la incertidumbre de la modelo novata, empieza a disfrutar del juego que proponemos, se cambia, y nos muestra toda su elegancia en una pose de inspiración kareniniana.
Sin embargo, es cuando aparece su hija (Rocío? Lucía?) cuando toda la sinergia de una casa habitada por tres generaciones de mujeres en armonía surge en todo su esplendor. La pose de madre e hija es un momento inolvidable. No es la primera vez que dibujamos a una pareja que se mira a los ojos, y las reacciones suelen ir desde la risa contagiosa e ingobernable hasta el descubrimiento de lunares o características que habían pasado inadvertidas durante años de convivencia. Pero sí es la primera vez que dibujamos el mirarse a los ojos de dos generaciones.
-¿Qué es lo primero que recuerdas de mí?
Pregunta Lola de pronto. Durante los siguientes quince minutos, sin dejar de mirarse a los ojos, fluye entre ellas una conversación llena de ternura y honradez que sólo puede construirse desde un cariño confirmado, y casi parecen olvidar nuestra presencia.
Desde ese momento, nos sentimos, más que en casa, en familia.
El resto de dibujos transcurren en un ambiente de reunión familiar y festivo.
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