Yolanda es una vieja amiga que con0cimos en una nuestras primeras sesiones, y que hacía tiempo que tenía ganas de llevarnos a su casa compartida. ¿Por qué llamamos compartir una casa sólo a esa convivencia basada en optimizar espacios y gastos? ¿No comparten la casa familias y parejas? José, Rémi, Yolanda, Sara y María comparten su espacio con ese respeto sin jerarquía que llamamos convivencia de casa compartida. Da gusto ver la tabla con la lista de tareas del hogar sin correcciones ni tachones.
Son gente imaginativa, que cuelga fotos de ellos mismos disfrazados en el salón, y ofrecen con la misma alegría café y licor de cereza. Es imposible que la palabra carajillo no cruce por nuestras cabezas. Entre crêpes y música de The National posan al derecho y al revés, subidos a una bicicleta, sujetando un paraguas sin miedo a supersticiones y hasta con un pijama con trompa de elefante (¡Y colmillos!... ¡Y hasta orejas de elefante!). Cuando nos proponen dibujarlos en la cama, a los cinco juntos, nos preocupa que sea demasiada gente para un solo dibujo. Pero ¿quién dijo miedo? La gata de María, pequeña pero matona, se apunta precisamente a ésta, la última pose, por si no queríamos té. Ahí vas seis tazas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario