Cristina, Sara y Malú nos reciben en el apartamento de ésta última,
pequeño, pero céntrico, y tan acogedor que parece más grande. Como se
muestran tímidas, nos sentimos tímidos nosotros, pero como empiezan a
charlar entre ellas, con la confianza que da la amistad sólida, en
seguida nos sentimos parte de esa amistad. Además es gente vital llena
de planes (¡una boda! ¡un viaje a Panamá!) y para cuando queremos darnos
cuenta, hemos acabado en el dormitorio con esos ataques de risa que
casi nos distraen de la exigente concentración que requiere un buen
retrato.
¡Lo más gracioso, es que encima se creen que los divertidos somos nosotros!
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