Lo bueno de los retratos es que, cuando se hacen bien, ven mucho más allá que la fotografía, siempre y cuando se permita al dibujante asomarse al retratado. Nosotros nos asomamos a África, y encontramos a una mujer encantadora, con una seriedad aparente que es, en el fondo, el reflejo de ese porte majestuosos que define su manera de moverse y un humor sutil que suele atribuirse a los ingleses. A Carol no hay ni que asomarse: es un balcón luminoso con una sonrisa casi permanente. Más aún: es el puente para llegar a África sin preocuparse de nada. Tan diferentes, tan parecidas en su elegancia y en su buen humor, son como dos caras de la misma moneda: el tesoro que hemos dibujado hoy.

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